Columna: La Bio-Fila

octubre 8, 2013

Vuelta de Hoja

No es una columna más, es más bien una fila sobre la vida.

 Cómo cambió el mundo, y cómo cambiaron las prioridades. Antes nos preocupábamos de las guerras multitudinarias, hoy de la discriminación personalizada. Antes de los divorcios heterosexuales, hoy de los matrimonios homosexuales. Antes era un problema drogarse en público y hoy los gobiernos luchan por hacerlo público.

Por Renzzo Balarezo

Cómo cambian los tiempos, me comentaba el vigilante de la cuadra, un anciano venido a menos a quien  se le nota claramente el paso del tiempo. Pero, ¿todo tiempo pasado fue mejor? : he aquí la disyuntiva y la dificultad que me impide escribir libre y fluidamente. Mis temas pueden ser controversiales, pero la controversia se amplifica si hablamos de discriminaciones y minorías.

En la actualidad se ha vuelto una tendencia regional el matrimonio homosexual. Aprobado cada vez en más países, demuestra que los homosexuales luchan por sus…

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Capítulo 2. Furia y Castigo

septiembre 4, 2007

Tres criaturas grotescas se encontraban de pie, en fila, temerosas. Temblaban de pánico esperando por una respuesta que no llegaba. Se mantenían en la espera de una sóla palabra que podía significar salvación o muerte. Clemencia o condena. El que estaba en medio de los tres parecía el líder porque a pesar del miedo denotaba en sus gestos cierta autoridad sobre los que lo flanqueaban. Eran Trolls, unos seres horripilantes con huesos largos y piel como la de un reptil. Eran flacos, largos, de orejas grandes y colgantes, nariz punteaguda, ojos enormes y piel lampiña. En vez de vellos, tenían más bien una especie de escamas sobre su reseca piel. El único lugar donde les crecía pelo era en la cabeza, pero de igual forma era bastante ralo.

Ahí se encontraba ella. Toda sucia. Bañada completamente de barro de los pies a la cabeza. Su cabello rojo ya no resplandecía al sol como lo había hecho hace algunos días atrás. La oscura noche había logrado ocultar sus ojos celestes color cielo. No lograba entender como había podido llegar hasta ese punto. Arrodillada en el fango, despeinada, sollozaba suplicando que alguien viniese a rescatarla. Una esperanza en el fondo de su corazón intentaba convencerla de que todo debía ser un sueño. Mas no era un sueño, lo que vivía se había tornado en una pesadilla. El frío de la helada noche y su vestimenta húmeda, sucia y raída le indicaba que todo había sido real.

Se levantó dejando atrás el gran charco con lodo en medio de la carretera. Buscaba con la mirada algún lugar conocido en donde protegerse de la lluvia que caía sobre ella, limpiando ligeramente las manchas de barro que luchaban por impregnarse en su ropa y en su blanca piel. A lo lejos observó unas luces. Todo parecía indicar que se encontraba a las afueras de una ciudad. Pensando que se encontraba sola, en un lugar como ese el cual no reconocía, colocó un pie delante del otro y comenzó a caminar lenta y temerosamente con dirección a la ciudad que pensaba había podido ubicar a lo lejos.

La lluvia continuaba incesante. Ella miraba hacia el cielo. Mientras, avanzaba intentando descubrir la luna o alguna estrella que ilumine y la guíe en esa tétrica noche. Nada aparecía, el cielo se encontraba totalmente cerrado. Cubierto completamente por unas negras nubes cargadas plenamente con agua. Parecía que no iba a dejar de llover nunca. La carretera por la que caminaba parecía bastante estrecha. Con las heridas en sus brazos y piernas el camino lo notaba mucho más complicado. Se terminó de limpiar como pudo con el agua de lluvia. A donde sea que fuese debería verse lo más presentable posible, pensó.

Revisó los bolsillos de su pantalón, sacó de ellos: su billetera, una daga de oro, un amuleto que no recordaba de donde había salido y una llave. Vio dentro de la billetera comprobando que aún conservaba suficiente dinero para lo que viniese. La cerró y la guardó nuevamente, parecía conforme con lo que había visto. Pero algo llamó mucho más su atención: el amuleto.

Una especie de moneda gigante colgaba de un acuerda común y corriente. En el perímetro de la moneda había escrito algo en un idioma que no lograba descifrar.

 ¡Sólo la verdad de los inocentes… despertará a la emperatriz escondida… y sus ojos impartirán justicia! 

No le parecía que fuese algún idioma nunca había leído nada con esos signos. En el medio de la moneda se dibujaba una gran “V” que cruzaba a la moneda en sus extremos y en su intersección. En el medio de la “V” dos ojos cerrados de mujer, como durmientes, sobresalían nítidamente. Habían sido tallados, además, de manera muy fina y peculiar. Al terminar de revisarlo se lo colgó en el cuello curiosa por descubrir de que se trataba.

Intento recordar como había llegado ese amuleto a sus bolsillos pero no lo logró. Se esforzó mientras seguía rumbo a las luces, y en cambio, de lo que alcanzó a darse cuenta es de que ciertas lagunas habían invadido su memoria. Pasajes de lo que aconteció con anterioridad habían sido excluidos de su memoria, como cuando se borra deliberadamente información de un disco duro. Se convenció finalmente de que por más que hiciese por recuperarlos, ciertos recuerdos sobre hechos del pasado, dejaron de ser suyos. Fueron declarados desparecidos por su memoria. Recuerdos que quizá pudieron explicarle dónde estaba y por qué estaba en ese lugar que seguía sin reconocer, sola, perdida y maltratada.

Siguió caminando por aproximadamente veinte minutos rumbo a la ciudad que creía que encontraría. De un momento a otro dejó de llover y una bruma muy espesa apareció opacando las luces. Ella pensó que si no hubiese estado tan cerca de aquéllas luces, en ese momento en que el clima cambió tan radicalmente, lo más probable es que no hubiese podido encontrarlas. La visibilidad se volvió casi nula. El lugar a donde ser dirigía debía estar a no más de uno s doscientos metros. Pero, ¿cómo llegar si no se ve nada en cinco metros a la redonda?, pensaba. Siguió caminando igual hacia la misma dirección donde estuvo orientada antes.

De repente sintió la presencia de alguien. No podía divisar a nadie pero tenía la sensación de que estaba siendo vigilada. Mientras continuaba su camino aferraba dentro de su bolsillo la daga de oro. Una ráfaga de viento trajo consigo el frío. La temperatura bajó, entonces, notablemente de manera más que radical. Tan radicalmente como se había ido la lluvia y llegado la bruma. Este frío intenso la obligó a soltar la daga y cruzar los brazos intentando protegerse y entrar en calor. Sólo iba vestida con un pantalón de tela, una blusa ligera y unos zapatos cerrados de gamuza. Parecería que llevase puesta una vestimenta clásica de oficina. Sea lo que fuese se trataba de una ropa poco adecuada para ese preciso momento.

Continuó avanzando con mayor dificultad en cada paso que daba. Sabía muy por dentro de ella que la única esperanza que tenía para salvarse reposaba donde se encontraban aquéllas luces que vio. Allí podría pedir ayuda. Una vez en el lugar podía darse el caso de dejarse estar, pero no ahora. En el momento que encontrara a alguien que la auxilie, sólo en ese momento, podría soltar aquello dentro de ella que la mantenía en pie.

Pasó por debajo de un arco que se elevaba por encima de la carretera. Debía estar en la puerta de la ciudad. No lograba divisar a nadie aún, pero seguía sintiendo que la vigilaban. En las bases del arco había escrito algo en el mismo idioma incomprensible, para ella, que se encontraba en el medallón que llevaba colgado en el cuello. Las fuerzas no le daban para investigar en ese momento. Sino se apuraba lo más probable es que su siguiente investigación sería la de calcular el tiempo en que los gusanos tardan en comerse su cuerpo. Así que siguió avanzando. Sus energías se iban de su cuerpo. Sentía que se iba a desmayar. Dio algunos cuantos cortos pasos adicionales y no pudo más. Cayó de rodillas con las manos en el suelo para no golpearse la cara. Sólo fue un movimiento instintivo, un reflejo. Apretó los ojos intentando obtener un poco más de fuerza para caminar y encontrar a alguien que la ayude, pero parecía imposible. Sólo pudo abrir los ojos nuevamente con la mirada hacia el suelo. Sintió una nueva ráfaga de viento y sintió lo peor.

Esta vez el viento había sido más templado. Levantó la mirada con lo último que le quedaba de fuerzas en el cuerpo y notó que la bruma comenzaba a desaparecer. Pero a la vez su vista se comenzaba a nublar. Escuchó levemente unos pasos acercándose. Sus sentidos la abandonaban de a pocos y el cambio de clima esta vez no había sido tan brusco. Así que no lograba reconocer a quien se acercaba. Lo único que pudo notar fueron unas botas negras y una persona con un sobretodo. Parecía ser alguien muy alto. Intentó observarle el rostro pero quien sea que fuese llevaba una capucha puesta, que junto a la aún oscura noche y la contraluz que creaban detrás aquellas luces, le hizo imposible cumplir con su cometido. Ella no tenía más fuerzas en lo absoluto. Rogaba por dentro de que fuese alguien de bien porque sino sería presa fácil de cualquier ataque.

Esta persona se acercó al punto de pararse a su lado. La tomó de los brazos levantándola. Ella no sabía si temer o confiar. Igual, lo que eligiese ahora no influiría en nada sobre lo que iba a suceder. Esta persona la levantó cargándola en sus brazos. Ella al borde del desmayo buscó verle el rostro para ver quien la llevaba pero falló de nuevo. Se dio cuenta que esta persona la  hacia las luces. Su suerte estaba echada y ella no podía elegir esta vez. En eso la persona habló con voz ronca y paternal:

         Tranquila Aída, te estábamos esperando.

Al escuchar su nombre sintió mucha seguridad y se dejó estar en los brazos de aquél extraño sujeto.

 

 

 

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Sin título

agosto 30, 2007

Utilizaré este blog para publicar mi primer libro literario de ficción on-line. Dependerá sólo de ustedes que llegue al final. Si les gusta pasen la voz.